HISTORIAS DE CONSULTORIO

Eran los comienzos de mi carrera y me destinaron a un hospital para realizar las prácticas que normal mente deben cumplir los que están próximos a reci birse y aquellos que atraviesan los primeros años co mo profesionales.
En cierta ocasión debí atender a un paciente que pa decía un dolor lumbar y que ya había realizado varios tratamientos en el mismo hospital. De hecho, en ese establecimiento era costumbre que el paciente fuera atendido por cualquiera de los profesionales, más exactamente, por quien tocara en turno, algo no muy indicado para la relación médico-paciente, pero en aquellos días las cosas eran así.
El paciente era un individuo joven, de bajo nivel so­cioeconómico y bastante tímido.
Leí la historia clínica y observé que en cada trata miento se le realizaba, entre otras cosas, ultrasonido.
El ultrasonido es un aparato que se aplica sobre la piel, pero con el cuidado de que no haya aire entre su cabezal y la superficie cutánea. Para eso se utilizan cremas o pomadas que facilitan el contacto.
En los hospitales, debido a razones económicas, es tos productos son reemplazados por vaselina: un enorme pote de vaselina que pasea por los distintos boxes y consultorios acorde con los requerimientos de los profesionales.
Pues bien, hice pasar al enfermo y luego de pregun tarle cómo se sentía le indiqué que se bajara los pan talones, (yo ya tenía la idea de aplicarle ultrasonido). Tomé el cabezal del aparato y al ver que no estaba el tan mentado pote de vaselina, para no salir, pregunté en voz fuerte por el pasillo que une los gabinetes: "¿Dónde está la vaselina?".
El paciente, que en ese momento y acorde con mis instrucciones estaba agachado bajándose los pantalo nes, quedó inmóvil, casi petrificado. Me miró de reo jo, se subió raudamente los pantalones y salió del ga binete corriendo, abrochándose el cinturón por el ca mino.
Debido probablemente a mi inexperiencia, no atiné siquiera a explicar nada o a detenerlo, y allí quedé yo solo con el cabezal en la mano.
El paciente nunca regresó y nunca más lo vi... ¡Va ya a saber qué les contó a sus amigos..., si es que al go contó!

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