Un mal zapato también duele

Ocurrió hace miles de años, cuando al despertar el hombre de las cavernas, descubrió que sus pies podían llevarlo a todas partes, sostenerlo firmemente sobre la dterra o permitirle trasladarse velozmente, alejándolo de algún peligro que lo acechaba.
Desde esos días, la humanidad no ha dejado de cami-nar: por hacerlo, la mujer pierde 5,8 calorías por minuto; y el hombre 10,2 calorías: nadie está excluido de este oficio, algunos exagerando, otros no.
El caminar acelera la circulación sanguínea a raíz del aumento del ritmo respiratorio, mejora el estado muscu lar y evita la anquilosis provocada por el sedentarismo, además de producir una disminución en el peso corporal.
Pero volvamos a la historia... para lograr caminar o correr, los pies buscaron comodidad y en esa búsqueda des cubrieron el calzado.
Sabido es que en la antigüedad los zapatos eran pro ductos artesanales. Algunas familias vivían de este ofi cio, manipulando los cueros, logrando verdaderas obras de arte; la mayoría eran botas, que fueron y son un ele mento adecuado para montar a caballo.
Aquellas pocas familias artesanales hoy se multiplica ron por centenares al industrializarse la producción de los zapatos, aunque debemos acotar que no siempre és tos le dieron bienestar al ser humano.

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