Existen personajes típicos en la Argentina que forman parte de un inconfundible folclore. Me re fiero a un selecto grupo poseedor de varios apelli dos, alcurnias y estancias en el que las apariencias deben mantenerse a costa de cualquier sacrificio.
Recuerdo hace años a uno de ellos, que renega ba de la situación económica, en una época en que todos los días variaba la cotización del dólar... Es te paciente me decía: "En este país no se puede vi vir más. ¿Sabe, doctor, a cuánto se me fue la naf ta del avión?".
Pero nunca olvidaré un día que se presentaron en el instituto dos hombres de impecable aspecto y buen porte. Uno de ellos refería un dolor lumbar que había surgido luego de un partido de polo. Muy molesto, comentó que en ocasión de ese par tido le dieron un caballo de alzada muy alta, por lo que la incomodidad para pegarle a la pelota era mayor, y en uno de esos movimientos quedó le sionado.
Le indiqué que se sacara la ropa, y mientras se dirigía al vestidor le dijo a su acompañante que fuera yendo a la oficina, que él iría más tarde.
Al cabo de unos segundos salió tímidamente del vestidor, mirando hacia uno y otro lado como buscando a alguien, y acto seguido me preguntó si su amigo ya se había retirado, a lo que contes té afirmativamente. Fue entonces cuando me confesó: "Bueno, doctor, en realidad fue bal deando una terraza", y agregó sin perder su estir pe en tan bochornosa situación, que la culpa la tenía el personal de servicio que no había sacado las hojas de los desagües, por lo que se habían ta pado y personalmente había tenido que realizar, muy molesto, dicho trabajo.
Por supuesto, me solidaricé con tan desagrada ble situación y comencé a implementar las cura ciones pertinentes.
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